Cuando leáis esto estaré en París, la verdad es que ahora,
que aun estoy en Barcelona, tengo ganas de irme, me encanta viajar y más a
sitios como la capital francesa.
La parte más divertida de viajar, para mí, es poder pasear
por calles nuevas para mi, junto a personas que no me conocen y que, muchas
veces, no entienden mi idioma. Aprovecho los viajes para desconectar de todo lo
que hay en Barcelona y creo, sinceramente, que viajar es terapéutico.
Viajar ayuda a conocerse a uno mismo y a abrir la mente. En una
ciudad extraña, se pueden aprender cosas que no se sospechaban o que se creían imposibles.
Eso sí, hay que ser coherentes, es imposible ver todo lo que ofrece una ciudad
en cuatro días.
Las escapadas y vacaciones deben tomarse como un lapso de
relax, de enriquecimiento para la mente y el espíritu y para tomar distancia de
todos los problemas y situaciones que vivimos en el día a día en nuestras
ciudades. En ningún caso debemos pretender conocer perfectamente París, Nueva
York, Barcelona, Madrid, Londres o cualquier otra ciudad, pasando allí una
semana o dos, porque no lo vamos a conseguir.
También hay que priorizar, por ejemplo, yo en estos días en
París, no voy a ver el Louvre, pero si hare una visita al Moulin Rouge. ¿Eso significa
que no soy una persona “interesante”? Pues
no lo seré… pero creo que, en el poco tiempo que tengo, no vale la pena
perder un día entero en un museo del que solo me interesan dos o tres obras,
porque, seamos sinceros, al salir de un museo tan grande como este, no
recordamos ni la mitad de cuadros que hemos visto, solo los que nos han chocado
o gustado más.
Así que, señores, nos vemos a la vuelta de la ciudad de la
luz. Bientôt!
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