La semana pasada pase cuatro días en París, la ciudad de la
luz.
Cuando llegué al aeropuerto ya era de noche y tuve que salir
corriendo hacia el hotel, cambiarme y volver a salir a la calle, tenia entradas
para el mítico Moulin Rouge e iba a llegar tarde. Mientras me iba acercando al
lugar que había soñado tantas veces pude empezar a ver la arquitectura
parisina, sus calles, sus luces, su gente, sus tiendas…
Al salir del mítico cabaret, ya estaba infectado. Me enamore
de París.
La mañana siguiente fue otro sueño, la Torre Eiffel. Subí hasta
arriba del todo y allí, mi amor por París alcanzo un nivel más, cada vez me
gustaba más esa ciudad, recorrí el Sena en barco, vi Notre-Dame, entre en
bares, restaurantes, tiendas, compre souvenirs y me enamore de cada calle, cada
adoquín y cada tienda a mi paso.
Durante mi estancia, también visite el Arco de Triunfo, las
Galeries Lafayette y la zona comercial de la capital, pasee por el barrio de la
Opera, Montmatre y me impresione con el Sacré Coeur. Para cuando visite los
campos Elíseos, mi amor por París había crecido a niveles que solo ocupaban
Nueva York, Londres y Barcelona en mi corazón.
Volví de París enamorado, como ya me pasó con Nueva York y
Londres y con la promesa de volver a ver todo aquello que no me dio tiempo a
ver, visitar todos los lugares que vi de reojo y, por qué no, planteándome la
idea de pasar una temporada allí…
Paris bientôt
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