viernes, 13 de diciembre de 2013

París.

La semana pasada pase cuatro días en París, la ciudad de la luz.

Cuando llegué al aeropuerto ya era de noche y tuve que salir corriendo hacia el hotel, cambiarme y volver a salir a la calle, tenia entradas para el mítico Moulin Rouge e iba a llegar tarde. Mientras me iba acercando al lugar que había soñado tantas veces pude empezar a ver la arquitectura parisina, sus calles, sus luces, su gente, sus tiendas…

Al salir del mítico cabaret, ya estaba infectado. Me enamore de París.

La mañana siguiente fue otro sueño, la Torre Eiffel. Subí hasta arriba del todo y allí, mi amor por París alcanzo un nivel más, cada vez me gustaba más esa ciudad, recorrí el Sena en barco, vi Notre-Dame, entre en bares, restaurantes, tiendas, compre souvenirs y me enamore de cada calle, cada adoquín y cada tienda a mi paso.

Durante mi estancia, también visite el Arco de Triunfo, las Galeries Lafayette y la zona comercial de la capital, pasee por el barrio de la Opera, Montmatre y me impresione con el Sacré Coeur. Para cuando visite los campos Elíseos, mi amor por París había crecido a niveles que solo ocupaban Nueva York, Londres y Barcelona en mi corazón.


Volví de París enamorado, como ya me pasó con Nueva York y Londres y con la promesa de volver a ver todo aquello que no me dio tiempo a ver, visitar todos los lugares que vi de reojo y, por qué no, planteándome la idea de pasar una temporada allí…

Paris bientôt

viernes, 6 de diciembre de 2013

All Around The World

Cuando leáis esto estaré en París, la verdad es que ahora, que aun estoy en Barcelona, tengo ganas de irme, me encanta viajar y más a sitios como la capital francesa.

La parte más divertida de viajar, para mí, es poder pasear por calles nuevas para mi, junto a personas que no me conocen y que, muchas veces, no entienden mi idioma. Aprovecho los viajes para desconectar de todo lo que hay en Barcelona y creo, sinceramente, que viajar es terapéutico.

Viajar ayuda a conocerse a uno mismo y a abrir la mente. En una ciudad extraña, se pueden aprender cosas que no se sospechaban o que se creían imposibles. Eso sí, hay que ser coherentes, es imposible ver todo lo que ofrece una ciudad en cuatro días.

Las escapadas y vacaciones deben tomarse como un lapso de relax, de enriquecimiento para la mente y el espíritu y para tomar distancia de todos los problemas y situaciones que vivimos en el día a día en nuestras ciudades. En ningún caso debemos pretender conocer perfectamente París, Nueva York, Barcelona, Madrid, Londres o cualquier otra ciudad, pasando allí una semana o dos, porque no lo vamos a conseguir.

También hay que priorizar, por ejemplo, yo en estos días en París, no voy a ver el Louvre, pero si hare una visita al Moulin Rouge. ¿Eso significa que no soy una persona “interesante”? Pues  no lo seré… pero creo que, en el poco tiempo que tengo, no vale la pena perder un día entero en un museo del que solo me interesan dos o tres obras, porque, seamos sinceros, al salir de un museo tan grande como este, no recordamos ni la mitad de cuadros que hemos visto, solo los que nos han chocado o gustado más.


Así que, señores, nos vemos a la vuelta de la ciudad de la luz. Bientôt!