viernes, 10 de mayo de 2013

13!

Pocas veces en la vida se conoce a alguien con quien conectes desde pequeños y esa conexión dure, por lo menos 15 años. Bien, a mi me ha pasado, esta entrada va dedicada a una amiga mía, bueno, amiga no, amiga se queda corto.
Esta chica y yo nos conocimos en la educación infantil, con tres años. Poco a poco nos fuimos acercando hasta llegar a ser íntimos. Éramos inseparables, íbamos juntos a todo lo posible, nunca nos separábamos más de 48 horas (un fin de semana) y, de hecho, muchas cosas que he hecho y soy, son gracias a ella.
En un claro ejemplo de falta de madurez y en un estado que no era sano para mí ni para ella, un día nos distanciamos, mucho, demasiado y yo, con mi carácter extremista, decido cortar toda comunicación con ella. El mayor error de mi vida.
Casi un año después de ese momento, empezamos a volver a tener comunicación, hablamos más, incluso nos contábamos cosas, no como antes, pero más o menos. Ahí quedó todo hasta hace relativamente poco.
Nuestra verdadera nueva unión volvió de manos de una crisis, aunque suene mal, es así. El sentimiento de fraternidad volvió, me sentí en la obligación moral de ayudarla a superarlo y así lo hice, no sé si con acierto o no, le aconseje como a todos mis amigos, la ayude y volvió todo a su cauce.
Al poco tiempo, otra crisis, lloré con ella, la volví a ayudar y superó el bache. Todo volvió a la normalidad. En ese momento, nuestra amistad se afianzo mucho más pero no llegaba a ser como fue en un tiempo anterior.
Hace poco llegó la ruptura definitiva que nos ha unido no como antes, mejor. En la actualidad tenemos una amistad fuerte y solida que se confirma a cada segundo, con cada mirada y, por mi parte, mejor que antes en todos los sentidos.
Esta entrada es para demostrar que, a veces, no es culpa de los demás lo que nos pasa, si no nuestra, que no son los demás los que tienen que cambiar, si no nosotros y que, a veces, cuando creemos que una cosa se ha acabado simplemente tenemos que distanciarnos para volver con más fuerza al tiempo. También demuestra que, aunque creamos que hemos “superado” algo, si eso no es malo, si no que es algo profundo y sincero, cinco minutos pueden destrozar el trabajo mental de seis meses, una sonrisa puede curar mil lágrimas y un abrazo, diez noches de depresión.
Yo me equivoqué y por eso le dedico esta entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario